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El deseo, aunque un poderoso motivador, también puede tener impactos negativos que limitan el bienestar emocional o existencial. Sin embargo, el deseo sirve e impulsa varios aspectos del comportamiento humano, ayudando a los líderes a establecer y alcanzar sus visiones. Pero la energía detrás del deseo se basa en siempre querer más, lo que puede provocar inquietud y ansiedad en lugar de satisfacción sostenible.
Los líderes orientados al deseo pueden quedarse atrapados en una persecución de ganso salvaje, donde cumplir con un objetivo solo lleva a la necesidad de lograr otro que no se haya logrado. Es hora de que los líderes se protejan de la turbulencia del deseo y adopten un estilo de liderazgo más efectivo.
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El deseo como promotor para el éxito
Desire opera a un nivel energético más alto que la indiferencia, el miedo u otras emociones, lo que permite el movimiento y la ambición. Los líderes pueden buscar oportunidades y esforzarse por empujarlos aún más cuando están motivados por un deseo específico de poseer o poseer. El deseo tiene el poder de alejar a las personas de situaciones precarias y alentarlas a buscar activamente mejores condiciones de vida. Por ejemplo, la exposición a ciertos estilos de vida a través de los medios de comunicación puede motivar a las personas a alcanzar tales esfuerzos, obligándolos a pasar de la inacción a la acción.
Pero para la mayoría de las personas, el deseo es un factor fundamental que los impulsa hacia el logro y el cambio, lo que también lo hace menos apropiado para el crecimiento a largo plazo. Eso puede sonar contradictorio, pero está integrado en su plan para luchar siempre por más y buscar más, y rara vez se sienten contentos con lo que ya se ha hecho. Por lo tanto, el objetivo de satisfacer los deseos generados por la unidad toma la forma de una búsqueda interminable, con la satisfacción o el logro de un objetivo objetivo que solo allana el camino hacia otro. En consecuencia, la ambición inicial se canalizaría a compras obsesivas, dejando a los líderes insatisfechos con su captura independientemente de sus logros.
Los inconvenientes del deseo: comportamiento compulsivo y adicción
La inutilidad de los deseos tiende a manifestarse en obsesión, lo que tiene sus consecuencias. Puede ser bastante destructivo, ya que conduce a un estilo de vida basado en necesidades y deseos. Puede ser abrumadoramente malo, ya que da lugar a la adicción y la dependencia, donde las personas se fijan en algo fuera de sí mismos. En el caso de los líderes, esto es más evidente cuando buscan figuras de atención, poseen jerarquía o están en una posición de poder. Tal comportamiento es parcial, ya que hace que las personas anhelen la atención constantemente, posean cosas o hagan alarde de su riqueza, se inclinan en la destrucción de su estado mental o los lazos emocionales con otras personas.
Las personas tienden a saltar de un gol a otro en la carrera de alcanzar la riqueza; En tales casos, la satisfacción se convierte en un concepto extranjero. El miedo continuo a la pérdida y la preocupación por las adquisiciones puede hacerse cargo de sus vidas. Constantemente querer más podría incluso dar como resultado acciones que violen los principios morales cuando la necesidad de avanzar o obtener más prestigio tiene prioridad sobre la honestidad.
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Los fundamentos evolutivos del deseo y cómo afecta el comportamiento
La relación entre el deseo de uno y la lucha por la supervivencia es compleja, con el factor compulsivo que impulsa una función excéntrica debido al hambre de necesidades básicas. Estas relaciones pueden servir admiración o una reputación social, que deriva la atención y el reconocimiento, que ahora se considera una necesidad social. A medida que la sociedad se desarrolló, también lo hicieron los deseos y apegos construidos dentro de él, expandiéndose a través de la civilización y la cultura. Los términos “quieren” y “necesitan” que se parezcan entre sí, ya que no tienen límites claros. Este último se centra en maximizar la satisfacción, mientras que el primero se enfoca en minimizar la realidad.
Por ejemplo, el marketing en las industrias de cosméticos y de moda ha prosperado al promover un estándar de belleza y atractivo sexual para mantener el consumo. Los líderes pueden estar inclinados a enfatizar los trabajos externos en lugar de los internos, lo que lleva a una raza de rata de poder y riqueza sin satisfacción ni dirección.
El dilema crónico de ‘falta de ganas’
La búsqueda crónica de la “necesidad” conduce a comportamientos patológicos, a menudo como resultado del conflicto interno no resuelto. La sobreamplificación de los deseos puede conducir a un comportamiento compulsivo, lo que implica imaginar lo que un individuo quiere constantemente. Esto puede extenderse más allá de las posesiones a un sentido de propiedad, una búsqueda constante de aprobación o dominando a otros.
Las personas con baja autoestima desarrollan patrones compensatorios, donde el éxito externo compensa los sentimientos de inseguridad. Esto puede conducir a comportamientos que no son fieles a los valores y principios centrales, como la necesidad de complacer a las personas o tener prominencia sin relaciones reales. El intento de satisfacer estos antojos intensos es hiperbólico, lleno de insatisfacción e inquietud, a menudo definido por el hambre desenfrenado. El estrés del deseo puede transferirse a forma social a través de la fijación en roles sociales o relaciones de poder, donde el control social establece la relevancia social. Estos comportamientos, aunque autacrificiales y beneficiosos para la sociedad, también pueden tener unidades narcisistas egoístas basadas en la autovaluación.
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Conclusión
El deseo es una emoción poderosa que alienta a las personas a trabajar hacia sus objetivos y mejorar su calidad de vida. Puede conducir al crecimiento y al logro, pero no puede ser un destino permanente. El deseo a menudo resulta en una búsqueda interminable de apreciación y acumulación externa, lo que lleva a la insatisfacción.
Sin embargo, una vez superado, puede conducir a emociones más fuertes como el coraje, lo que permite a las personas controlarse y seguir acciones basadas en la lógica. El deseo puede incluso ser el punto de partida para un líder más auténtico. Sin embargo, es importante comprender el deseo como una emoción que vale la pena, no el punto final en la búsqueda de un líder auténtico.