Las opiniones expresadas por los contribuyentes empresariales son propias.
Entre los hitos de la infancia, su primer diente perdido, primer paseo en bicicleta, primer día de clases, quemar la casa familiar no suele hacer la lista. Pero al crecer en una granja en Idaho, mi infancia no era exactamente típica.
Yo tenía ocho años. No había hecho nada intencionalmente imprudente, solo dejé una lámpara de lectura sin pantalla de lámpara que descansaba sobre una almohada. En mi camino abajo para desayunar, dejé la luz encendida. Un poco más tarde, mi papá olía a humo. Para cuando llegó la ayuda, el fuego había consumido todo. Nuestra casa se había ido.
Lo que más me sorprende ahora no es el incendio: es lo que mi padre eligió hacer después.
El peso de un error y la sabiduría del tiempo
No descubrí que era mi culpa hasta los 16 años.
Aparentemente, el jefe de bomberos le había aconsejado a mi padre que no me dijera de inmediato. El peso emocional de la responsabilidad a esa edad podría haber sido dañino. Estoy agradecido de que mi papá esperó. Su decisión no fue solo amable, fue estratégica. Me permitió crecer sin llevar una carga que no estaba listo para procesar.
Mirando hacia atrás, veo esto ahora como una clase magistral en liderazgo. No es del tipo que enseñan en la escuela de negocios, sino del tipo que más importa cuando administra una empresa, gestiona a las personas y decide cómo manejar el fracaso.
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Cómo manejas errores da forma a tu cultura
Como propietario de una pequeña empresa, su equipo es más pequeño, su margen de error más delgado y su influencia más grande. Eso significa que cada paso en falso puede sentirse amplificado. Pero también significa que cómo respondes a los errores no solo soluciona un problema, sino que define tu cultura.
Los mejores líderes no responden a cada error de la misma manera. Saben cuándo ser firme y cuándo darle a alguien la gracia para crecer.
Esto es lo que he aprendido sobre encontrar ese equilibrio:
1. No todos los errores son iguales
Algunos errores son inocentes, causados por inexperiencia, instrucciones poco claras o mala suerte. Otros están enraizados en el descuido, la supervisión repetida o un desprecio por los valores. Aprenda a detectar la diferencia antes de reaccionar.
Por ejemplo, ¿un nuevo empleado envía una factura incorrecta una vez? Ese es un momento de enseñanza. ¿Un miembro experimentado del equipo envía facturas incorrectas cada mes? Ese es un patrón.
2. La gracia construye lealtad
Cuando las personas se sienten seguras poseer sus errores, crecen más rápido y se vuelven más leales. Correcto suavemente. Hacer las cuestiones. Comparte cómo te has equivocado en el pasado. Convertir un error en una oportunidad de aprendizaje genera equipos más fuertes y mejores humanos.
Podría decir: “Vamos a atravesar lo que sucedió y descubrir cómo asegurarnos de que no vuelva a suceder”.
3. La consistencia crea responsabilidad
Si alguien sigue cometiendo el mismo error, o es algo que podría dañar su negocio o marca, sea directo. Establecer expectativas claras. Comunicar consecuencias. Su equipo necesita saber que, si bien eres amable, también te tomas en serio los estándares.
Se podría decir: “Hemos hablado de esto antes. Necesito saber que lo está tomando en serio, y lo que hará de manera diferente la próxima vez”.
4. Corrija el comportamiento, no la persona
Puedes ser duro sin ser cruel. Concéntrese en el comportamiento, no en el carácter de la persona. Nunca vergüenza. Cuando los empleados se sienten respetados, incluso los comentarios difíciles son más fáciles de recibir y es más probable que se apliquen.
5. Establezca el tono desde arriba
La forma en que manejas los errores le enseña a tu equipo cómo manejar el suyo. Si oculta fallas, culpa a los demás o explota bajo presión, crea miedo. Si posee sus errores y responde con claridad, modela cómo se ve el crecimiento.
Su gente lo copiará, para bien o para mal.
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La comida para llevar
El incendio que empecé accidentalmente me enseñó una lección que nunca olvidé: algunas verdades se entregan mejor con sabiduría que con velocidad. Lo mismo ocurre con el liderazgo.
Cada error es una encrucijada. Manejarlo mal y crea miedo o resentimiento. Manejarlo bien, y desarrollará lealtad, madurez y confianza. Eso no es solo un mejor liderazgo, es un mejor negocio.
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Entre los hitos de la infancia, su primer diente perdido, primer paseo en bicicleta, primer día de clases, quemar la casa familiar no suele hacer la lista. Pero al crecer en una granja en Idaho, mi infancia no era exactamente típica.
Yo tenía ocho años. No había hecho nada intencionalmente imprudente, solo dejé una lámpara de lectura sin pantalla de lámpara que descansaba sobre una almohada. En mi camino abajo para desayunar, dejé la luz encendida. Un poco más tarde, mi papá olía a humo. Para cuando llegó la ayuda, el fuego había consumido todo. Nuestra casa se había ido.
Lo que más me sorprende ahora no es el incendio: es lo que mi padre eligió hacer después.
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